viernes, 31 de agosto de 2012

De nuevo en nuestra querida Mallorca


Estamos en el Club de Vela Andratx y pensamos quedarnos tres noches antes de partir para Barcelona. Aquí los tres estamos de película, con una bonita piscina y mesas al lado donde poder quedarnos a comer con el bañador puesto.



Todo parece apuntar a tres días de relax total, pero no será así. En pocos minutos cambiamos los planes y nos apuntamos a la invitación que nos han lanzado nuestros amigos del Virgola (Josep, Mireia y Míriam) para celebrar el santo de sus dos "mujercitas". Ellos están en Port de Soller, así que cogemos el autobús de línea y nos vamos sin pensarlo mucho. Tardamos unas cuatro o cinco horas en llegar, ya que tuvimos que pasar por Palma para cambiar de autobús.
Esta parada intermedia en la capital la aprovechamos para cumplir con una promesa que le hicimos a Iago desde que salimos de Benicarló, dada su buena conducta a bordo. De hecho se trataba de un juego para la Nintendo, pero nos fue totalmente imposible encontrarlo en las Pitiusas.
Hay que decir que el trayecto de Palma a Soller con el bus es espectacular, tanto por las vistas al mar desde lo alto de la sierra de Tramuntana como por los pueblos que atraviesa (Deià, Valldemosa, etc.).


Ya en Port de Soller y con nuestros queridos amigos y compañeros de anteriores viajes (mas Luis y Montse de Vilanova), nos dirigimos al final de la bahía, hacia el faro, para cenar en Es Racó, un chiringuito junto al mar, en el que devoramos unos cuantos platos de gambas buenísimas. Tras la cena, como no, nos fuimos al Virgola a quemar unos puritos, acompañado por una buena copa de cava. ¡Gracias Virgola!
El día siguiente debía ser de descanso, ya que teníamos que prepararnos para la travesía de vuelta a casa. Tras pasar la mayor parte del día en la piscina, nos fuimos a pasear por el pueblo y a comprar agua y frutas, entre otras cosas, para afrontar las venticuatro horas o mas de navegación que nos esperaban al día siguiente. Pero la mejor compra fue la que hicimos en la lonja de los pescadores, donde adquirimos unos estupendos escamarlans (cigalas), gambas rojas y rape. De vuelta al Saiol, nos encontramos con Robert y Carles, del Martell, que acababan de llegar de Ibiza para poder hacer el viaje de vuelta a Barcelona juntos. Cansados que venían y ante el suculento menú que teníamos preparado, no dudaron en aceptar nuestra invitación para cenar en el Saiol, donde aprovechamos para charlar sobre lo ocurrido desde que nos separamos en Santa Eulalia. Lo mas escalofriante fue el garreo que sufrió su barco por la noche en Portinatx, que despareció de su sitio mientras ellos estaban en el pueblo. Por suerte, todo quedó en un susto.


Y llegó el día de la partida. Todo lo bueno se acaba. Pero aun nos quedaba un último cartucho por quemar. Fuimos al campo de boyas de Sant Telm, entre la isla de la Dragonera y Mallorca a por el último baño balear y sobre todo, para encontrarnos con nuestros queridos amigos del Magic, el Ricard y la Susanna. Fue un encuentro corto pero intenso, con baño , aperitivo en su barco y resumen de las vacaciones. Nos entristece que tengan que volver precipitadamente a Barcelona, pero por otro lado nos alegramos que nos acompañen también en nuestra travesía de vuelta.



A las cuatro de la tarde, después de comer, bañarnos y descansar, levamos anclas y zarpamos rumbo a casa con viento por la amura de estribor , mar rizada y el sol descendiendo hacia el horizonte. Olga y yo coincidimos en lo mismo. Si tuviéramos otro mes de vacaciones no dudaríamos en virar en redondo y seguir navegando como hasta hoy, de puerto en puerto y de cala en cala, aderezado siempre por los agradables encuentros con familiares y amigos que hemos tenido a lo largo del viaje. Haciendo memoria, voy mencionar algunos de los encuentros que hemos tenido por el camino: els avis en Vilanova, a mi hermana, cuñado y sobrinos en Port Aventura, a Esther, Pere y Anna en el delta, a Mónica (profesora de P3) en Sant Carles, a unos socios del R.C.Maritim, a una familia de la escola Santa Anna en la Punta de la Banya, a Francesc, Cari y Eric en Benicarló, a Robert, Isabel, Carles y Marta a partir de Alcossebre, a Josep, Mireia y Míriam en Soller y a Ricard y Susanna en Sant Telm. No está mal!





Tras la puesta de sol nuestro preciado viento se fue a dormir, así que proseguimos a motor para no perder la buena media que manteníamos, pero todo lo bueno se acaba y el motor de nuestros amigos (el Martell) se quejó del esfuerzo que le exigía su patrón amenazando con pararse. Para evitar que se muriera, decidimos navegar a bajas revoluciones y velocidad. Era mejor ir lentos que tener que llegar remolcado hasta Barcelona, pero gracias al dios Eolo, a eso de las cuatro de la mañana, el viento apareció de nuevo y rápidamente izamos velas y paramos máquinas. Y ese viento del NE con doce nudos constantes nos llevaron sin mas cambios hasta nuestro puerto de partida. Legamos a eso de las dos de la tarde, veintidós horas después de haber dejado la isla de Mallorca.


Iago besando el suelo tras 22 horas de navegación.


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Entrando al puerto de Barcelona, los tres, Iago, Olga y  yo nos felicitamos por el viaje que habíamos realizado, por lo variado que había sido, por haber cumplido con la ruta prevista, por no haber tenido ningún imprevisto, temporal, avería o accidente con la embarcación, y sobre todo por los veintidós días de convivencia disfrutados hasta la última gota...


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